En mis tiempos lo de las bibliotecas eran unas cuantas sillas de madera, en mesas escritas de mensajes frikis, filosóficos o de amor y el olor a libros viejos que no renovaban desde los tiempos de Matusalén.
Y, ahora, cada día de forma más frecuente, me encuentro con proyectos como éste, de la Universidad de Chicago, que gracias a una donación de 25 millones de dólares de un ex-alumno, se dispone a crear una biblioteca de esta magnitud y grandiosidad.
Hay veces que casi uno volvería a la Universidad… casi…