El tráfico de la flora y la fauna, se ha convertido en uno de los emprendimientos económicos más redituables, por ello es que figura en el mundo como tercer motivo de enriquecimiento ilícito, lugar luego, de las armas y de las drogas.
El de la fauna, hace circular aproximadamente más de 10.000 millones de dólares anuales, mientras que el de la flora, está superando los 7.000 millones.
Cada año se consumen en el mundo entre 600 y 900 toneladas de marfil, que se obtienen de unos 150.000 colmillos de elefantes adultos.
En la década de los noventa, el comercio de marfil se prohibió internacionalmente. Según el CITES, el tratado mundial que regula el comercio de especies protege a las que están en peligro de extinción, la población de elefantes africanos se redujo, de 1,3 millones de ejemplares a poco más de 600.000, durante la década del ochenta, por lo que otra década similar bastaría para provocar la extinción de la especie.
Otro caso similar es, según los datos de las organizaciones TRAFFIC y WWF, que cada año se comercia ilegalmente con primates, aves, pieles de reptil y de mamíferos, orquídeas, cactus y peces exóticos. Su destino son EEUU, Europa, Japón y parte del sudeste asiático.
Los usos que se les dan a los animales y flora traficadas, son tan variados como la peletería de lujo (una piel de pantera siberiana alcanza los 100.000 dólares en el mercado negro), ornamentos, productos pretendidamente afrodisíacos y, en algunos casos, animales de compañía o plantas para jardines. A causa de este comercio ilegal, unas 700 especies se encuentran al borde de la extinción. Pero, además, otras 2.300 especies animales y 24.000 vegetales se suma a la lista de amenazadas.