Kurosawa nació el 23 de marzo de 1910, en Sinagawa, Tokio, Japón y murió a los 88 años de edad.
Fue uno de los más célebres directores de cine de Japón.
Comenzó su carrera con Sugata Sanshiro (La leyenda del gran Judo), dirigió más de 30 películas, entre ellas algunas tan conocidas como «Los siete samuráis», «Rashōmon» o «Dersu Uzala» .
En 1990 recibió un Óscar honorífico por su trayectoria. En 1975 recibió el Óscar a mejor película de habla no inglesa «Dersu Uzala» , y en 1985 fue candidato al Óscar al mejor director por la película «Ran»(Caos).
Sus películas han tenido una gran influencia en el cine mundial, y todavía inspiran a muchos directores.
Hoy cumpliría 100 años y le realizamos este sencillo homenaje, contando algunas de sus mejores anécdotas:
Akira Kurosawa era conocido como Tenno (literalmente, «El Emperador»), por su dirección estricta en la filmación y sus alrededores.
Era un perfeccionista que dedicaba enormes cantidades de tiempo y esfuerzo para lograr el efecto visual deseada.
En la filmación de Rashōmon, por ejemplo, tiñó el agua con tinta negra para lograr el efecto de lluvia intensa, y terminó empleando todo el suministro de agua de la zona para crear una tormenta.
En la filmación de Trono de sangre, en la escena final en la que Toshirō Mifune es alcanzado por las flechas, Kurosawa empleó flechas reales disparadas por arqueros expertos desde cerca, que se clavaron a sólo unos centímetros del cuerpo de Toshiro Mifune.
En Ran hizo construir todo un castillo en las laderas del Monte Fuji, sólo para quemarlo hasta los cimientos en la escena clímax de la película.
Continuando con historias similares, Kurosawa mandó que se invirtiera el sentido del flujo de un arroyo, para lograr un mejor efecto visual, también, hizo eliminar el tejado de una casa (para tener que reponerlo después) sólo porque le pareció que la presencia de ese tejado estropeaba una breve secuencia filmada desde un tren.
Su perfeccionismo también se manifestaba en su elección del vestuario: le parecía que dar al actor un traje recién hecho, restaba autenticidad al personaje. Para solucionarlo, repartía el vestuario a los actores semanas antes de la filmación, y les obligaba a usarlo diariamente para «establecer un vínculo» con la ropa. En algunos casos, como en Los siete samuráis, en el que la mayor parte del reparto eran granjeros pobres, se instruyó a los actores para que se aseguraran de desgastar y destrozar la ropa antes del rodaje.
Kurosawa también, pensaba que una música «acabada» no pegaba en el cine. Al elegir una pieza musical para acompañar a una escena, solía reducirla a un solo elemento (por ejemplo, sólo trompetas). Únicamente al acercarse el final de sus películas se escucha música más «acabada».
Nos deja una reflexión: Kurosawa recordaría el terremoto en Kantō, con cadávares y desvastación, para que esas imágenes, sean una experiencia que le enseñó, que mirar de frente a lo que lo aterraba, era el modo de vencer su propio miedo.